lunes, 3 de septiembre de 2018

PORQUE RECORDAR ES VOLVER A VIVIR...



  Este lunes, fui partícipe de un momento importante en la vida de mi padre. No fue un día más en su apretado calendario...me invitó a ultima hora y medio dubitativo a un evento importante para él. El colegio que lo albergó durante 3 años de su vida cumplía su aniversario de Brillante, 75 años para ser exactos, el glorioso COLEGIO MILITAR LEONCIO PRADO. Y mi papá, como ex-alumno, y muchos otros más, tuvieron el privilegio de volver a marchar sobre el asfalto que los vio crecer.

  El colegio es la etapa en la que conoces a la gente que podría quedarse para siempre en tu vida, la mayoría de nuestros amigos son aquellos quienes estudiaron con nosotros y más si en esta etapa vivieron juntos por 3 años, y no por elección propia, sino porque tus padres decidieron matricularte en un colegio militar, donde tenías que convivir con otros de tu género. Compartir más que un aula de estudio, era compartir la habitación, compartir la mesa, compartir las escapadas por el muro a medianoche, compartir el castigo de quedarse el fin de semana en el colegio por mal comportamiento, compartir los regaños de los maestros, era compartir la vida misma de un chico de esa edad....  Cada uno conocía los defectos del otro, si dormía con la boca abierta, si roncaba, si era pedorro, si era flojo etc se conocían hasta desnudos!





  Y ahí estaba él, con sus amigos de toda la vida, riendo, recordando mil y una aventuras, hablando como nunca, compartiendo como siempre, dándose mas que la mano, un abrazo de manera fraternal, como si el tiempo nunca hubiera pasado por ellos.


  Ver esa forma de rostro conocida con una frente llena de arrugas, observar esos ojos azules que ahora acompañan unas enormes patas de gallo, ver al ciego ahora más ciego o a una sonrisa relajada bajo una cabeza que perdió el cabello o ver ese cuerpo antes atlético ahora con panza, es parte de las sorpresas que provocan los reencuentros de ex-compañeros. Hay más canas, más arrugas, más panza y más calvos. Pero también más madurez y mayor capacidad para reírse de sí mismos. 

  Reencontrarse con las viejas amistades te recuerda, además de "tus años maravillosos", también, quién fuiste y quién eres, acercándote a los vínculos que una vez creaste, y que tal vez para tu sorpresa, sigan tan fuertes como entonces, enriquecidos con la experiencia y con el tiempo.



 Observar a mi padre disfrutar de un momento tan especial, donde hasta el sol salió en pleno invierno para compartir la alegría de esos veteranos cadetes, me deja pensando en que el tiempo es un recurso escaso, con los años las prioridades se transforman,  con miles de obligaciones, sin tiempo para nada, y más en estos días en los que andamos corriendo de un lado a otro... Al final, uno busca momentos agradables que compartir con personas que son parte de tu vida, y más si fueron como hermanos. Rescatar unas horas para los amigos de toda la vida es un REGALO EXTRAORDINARIO!









P.D: sí, soy yo! la que se arriesgó a  cruzar desesperademente la barrera para tomarles una foto para el recuerdo de mi memoria... La única que llevó una pancarta de aliento y a la que casi se la quitan porque no sabía que no estaba permitido. 




viernes, 4 de mayo de 2018

¿Qué cocino hoy?




 Desde muy pequeña solía oír a mi madre decir la famosa frase: "¿Qué cocino? ¿Qué les hago? ¿Con qué les lleno la panza?" Lo repetía tantas veces y con más frecuencia mientras transcurría la mañana, una y otra y otra y otra vez, como si el reloj de la cocina corriera el doble de lo normal... "los minutos de la mañana valen oro", solía decir.
  Hoy, que soy madre de dos, entiendo esas y muchas cosas más con las que lidiamos las madres, y/o la persona encargada de cocinar, de todo el planeta, del universo completo!, los 365 días del año; todas las mañanas tenemos que pensar en el desayuno, al mediodía: el almuerzo y todas las noches : la cena. Tremendo triple esfuerzo de creatividad  que uno hace cada día para no repetir la merienda!! La originalidad juega un rol protagónico.
  A veces siento que parecemos máquinas bien afinadas y programadas para realizar todas las labores a tiempo y lugar adecuados, incluidas garantías indesmayables de no fallarle a nada ni a nadie. 
 ¿Qué cocino hoy??? ... y pensar que esa frase sale hoy de mi boca todas las mañanas. En fin, la tv, el internet, consejos de amigas y demás fuentes donde uno pueda consultar no están demás, mientras esto no se transforme en una paranoia...
  La incógnita de la mañana sigue dando vueltas en mi cabeza camino al mercado y al llegar a este. Pareciera que comenzara a despejar mis dudas viendo los productos de estación y siguiendo los consejos de las famosas caseras. 
  Hay que hacer maravillas con el presupuesto de casa, ya que esto no termina los lunes o martes o domingos por la mañana, continúa día tras día, noche tras noche; además de ajustado, es solo apto para personas que pueden hacer maravillas con él. Lo bueno de todo esto es que, ahora entiendo más a mi madre y lo importante que somos en ese engranaje familiar, como si fuéramos el eje principal de una cadena de montaje... Ese eje que no puede fallar por nada del mundo y que sigue su secuencia sin parar. Definitivamente, tenemos que estar hechas de Acero!!




jueves, 1 de marzo de 2018

Empezó la forradera!!



Sin darnos cuenta se acabó el verano y con ello llega el inicio de clases. Y una de las tareas más inminentes para todas las mamás es forrar cuadernos y libros en cantidades industriales.  Sin contar el vía crucis que vivimos por conseguir toda la lista de útiles. Nos pasamos horas y horas forrando, doblando, pegando y etiquetando. Un trabajo  simple pero agotador.
Nuestros hijos llevan decenas de cuadernos. Yo me pregunto: ¿En qué momento los cursos se ampliaron tanto? ¿En qué momento cambió la currícula? Yo llevaba 8 cursos en mi etapa escolar, ¡mi enano lleva 17! O sea, 17 cuadernos por forrar, MÁS los libros. Sin contar los de mi otra enana.
Para hacer de esta actividad algo divertido y no pasar horas sola forrando, involucré a mis enanos. ¡Grandiosa idea! Hicimos competencia, de esta manera forrábamos cuadernos como jugando (ese era el plan). Eduardo llegó a forrar un cuaderno en 2min con 45 seg; yo, 1 minuto menos. Cayetana nos abastecía con la cinta scotch cortada y era también la encargada de poner “Start” en el cronómetro y la más entusiasta al gritar “mi mamá ganó” al apretar “stop”.
Pero ¿en el fondo qué significa “forrar los cuadernos?” es un momento de compartir juntos y de valorar las herramientas de estudio; y la frustración de hacer algo que no es tan ameno, pero que hay que hacer sí o sí. Porque mamá no se abastece en todo, no es pulpo, aunque quiera; porque los hijos también crecen y necesitan tomar responsabilidades, hábitos, valores dentro del hogar para después ser responsables ante el mundo. Esas cosas elementales se aprenden en casa. Actividades diarias que cumplen un objetivo, así como lo enseñaban en la película Karate Kid: encerar – pulir, objetivos que mis retoños aún no se dan cuenta pero cuando sean adultos me agradecerán.



viernes, 9 de febrero de 2018

Para ti, mi corazón de León.



Crecí en una familia tradicional, papá, mamá y 4 hijos. Mi papá, la cabeza de familia, mi mamá, la columna vertebral; y nosotros, sus 4 hijos, sus extremidades.
 Creo que mi padre, mi héroe, tenía súper poderes, llegó del planeta “Asgar” y llegó para quedarse.
 Cuando era niña lo veía llegar de su trabajo, muchas horas fuera de casa, lo absorbían, aun así nunca noté si llegaba cansado, porque tenía el sensor en modo “on" y nos encontraba donde nos habíamos escondido mis hermanos y yo. Sin importar su grado de cansancio se sentaba conmigo a transferir sus conocimientos: matemáticas, historia, geografía y todos los cursos que llevaba en el colegio. Luego, era el turno de mis hermanos. ¡Qué resistencia tan inagotable! Debe ser por la vida sana que llevaba.
 Otro de sus mejores poderes era el de poder teletransportarme, me dejaba durmiendo en casa de mis abuelos y cuando me despertaba, estaba en mi propia cama. ¡Imagínense!
 Siempre ha tenido una fuerza sobrenatural. Cargaba a sus 4 hijos a la vez, mataba a las más temibles arañas, abría las conservas sin usar trapos, no le temía a la oscuridad. Tenía el superpoder de volar con el carro para que yo no llegue tarde al colegio ni él a su trabajo, en el trayecto hacia relinchar a los caballos que estaban debajo del cofre de su súper auto, aunque con ello despertara a todos los vecinos del “Lima Club Golf”.
 Tenía un súper tacto, era capaz de saber si tenía fiebre con tan solo tocarme. Apenas nos frotaba el pecho con sus manos untadas de vick vaporub caliente, eliminaba como por arte de magia una simple tos.
Mi padre, mi enciclopedia humana, todo lo sabía, absolutamente todo. Y cuanto más pequeña era yo, mayor era su sabiduría. “¿Papá, por qué no le sucede nada al gato después de tantas caídas? Porque tiene 7 vidas, hijita”.
 Los domingos eran especiales porque era el día familiar. Siempre salíamos todos a algún sitio, entre ellos al parque Olivar a montar bici (hasta ahora no sé cómo se las ingeniaba para que entren las bicicletas de todos sus hijos en la maletera), al parque Kennedy a comer helado en “El parque Donofrio”, a lanzar piedras al mar a ver quien lanzaba la piedra más lejos (siempre lo vi como algo sin sentido, pero era una manera de estar juntos)
 Parecía que tenía un trato con Papá Noel y el ratón Pérez, siempre nos dejaban regalitos.
 Siempre me apoyaba cuando no me salía algo bien, me abrazaba, me daba besos en la frente y hasta en la boca (así se despedía de mi cuando me dejaba en la puerta del colegio, obvio que me daba roche, pero nunca se lo dije)
 Pero, así como Aquiles tenía su punto débil, su talón, mi padre también tiene el suyo: los años. Y es que conforme pasan, sus poderes van debilitándose. Ahora me da la sensación de que no lo sabe todo, de que puede pestañear cuando maneja, de que también se equivoca al sacar la cuenta en su negocio, a pesar de tener un título de Ingeniero emitido por la UNI. Y es que lleva mucho tiempo fuera de su planeta y la batería empieza a descargarse.
 Pero tu mayor superpoder, para todos los que te rodeamos, es que has sabido llevar la carga de la vida, el yugo de los problemas con tanta naturalidad y maestría que has despertado admiración no solo en tus hijos, sino en todos los que te conocen. Has demostrado que toda carga es llevadera. Que ninguna carga es demasiado pesada. Que se puede ser feliz. Que todo tiene solución. En fin, nos has enseñado a vivir.
 Gracias por cada minuto que me dedicaste, los valores que me inculcaste, los discursos y largas explicaciones, la paciencia, la fortaleza, la madurez, el amor y el cariño. Toda esa sabiduría con la que me criaste. Que los detalles son los que marcan la diferencia y que las experiencias y momentos hay que disfrutarlos para enriquecernos.
 Solo decir una cosa más. El mejor regalo que he hecho a mis hijos, eres tú. Ellos te adoran tanto como yo, saben lo especiales que son tú y mi mamá. Estoy convencida de que el tiempo que pasan contigo, como cuando yo era niña, también es oro.
 Solo me queda desearte un muy feliz cumpleaños, papá. Que Diocito te siga regalando salud, q aún no nos asustes, que compartas tus poderes también con mis hijos, tus nietos y que tengas muchos más años de vida para compartir más tiempo en familia.


Te amo, mi corazón de león.


lunes, 29 de enero de 2018

Audición con hijos


  Las oportunidades llegan en el momento menos esperado, que debes hacer? no las dejes pasar! Súbete al tren pero... y  mis hijos con quién los dejo? Momentos de preocupación y tensión en cuestión de segundos, la adrenalina fluye, la sensación de no perderme una oportunidad así carcome mi alma.  El tiempo corre, los minutos no esperan por mi, debo decidir rápido; voy con mis hijos!
  Llegas al lugar citado y te das cuenta de que todas son chicas solteras (por lo menos eso aparentan en la fila), de cuerpos espigados, tacos altos, con la juventud en sus rostros, la libertad en sus sonrisas, libres de preocupaciones, tratando de aprovechar la oportunidad que se nos presenta. Yo, inmersa en ese grupo tratando de no amilanarme, en zapatillas, con mis tacos en mi cartera, con un moretón en el mentón (corcho del mal. Gajes del oficio de una coordinadora de eventos) y acompañada de mis 2 motores, fuente de energía que por momentos pasaba de un estado de preocupación a  motivación.
  Y llegó mi turno, más nerviosa no podía estar. Motivos: mis hijos se quedaban solos en el lobby de la oficina y tenía que concentrarme en lo que diría en la audición. “Se quedan aquí, no se vayan a ningún lado. Haces caso a tu hermano” les dije.  Ellos asentían con la cabeza como si entendieran la situación.
 Comenzó mi audición. ¡Que nervios! Con mis pequeños en mi mente, centrarme en la cámara y que no se me te trabe la lengua no es fácil. Nervios, incertidumbre, tensión, optimismo, dudas,  entusiasmo, alegría; alternándose una tras otra, incluso a veces todas a la vez y, aun así, hay que sonreír. La mente puesta en demostrar que estás a la altura de lo que buscan.  ¡Vaya mezcla de sensaciones!...

 ¡“mamá escuché lo que dijiste! Lo hiciste bien!!” dijo mi hijo.  Fue una sensación reconfortante oír de mi hijo decir aquellas palabras, él también era parte de esta experiencia. Hizo de lo vivido una situación muy especial, ya que contaba no solo con la calificación del jurado, sino también  el riguroso ojo crítico de mi enano, que con sus apenas 11 años parecía decirme: “hiciste un buen trabajo, mamá de acero”.

 En definitiva, pese a todos esos sentimientos encontrados, ¡hoy fue un día fantástico!


P.D: les dejo la imagen final del día de hoy, con moretón incluido.






martes, 23 de enero de 2018

El placer de correr con los hijos



Yo corro porque me motiva, porque hace que me sienta viva, feliz!

 Hoy, fue el inicio de otra etapa. Hoy, me di cuenta que puedo compartir más tiempo con mis enanos.
 Mi plan era salir a correr, aprovechando que la abuela estaba en casa.
 "Voy contigo", "yo también, pero en mi bici", escuché decir. Eran ellos,  se auto invitaban a mi entrenamiento semanal, y yo ¿qué más podía querer?, ¡más feliz que una perdiz!
 Cada uno iba en su bici, y yo corriendo detrás de la menor por si algo sucedía (función innata de una madre)
 Manejaron esquivando baches, sorteando curvas, eludiendo todo tipo de material y todos los pormenores que encuentras en una ciclovía que está en mantenimiento.
 No se quejaron en ningún momento, a pesar de que el recorrido fue largo. Recorrimos toda la avenida Tomás Valle, de inicio a fin, desde la Panamericana Norte hasta el Aeropuerto, ida y vuelta. Sin quejas, ni llantos, ni lamentos y con un rasponcito en la rodilla por intentar manejar sin manos. 
 Para mi  correr es liberar energía, ir a una velocidad constante alternando con ciertos piques, concentrarme en la música de mis audífonos y así obviar el sonido de la calle, pero hoy no fue como de costumbre. Cada semáforo, parada obligatoria; cada cruce, inspección visual de 360° puesto estaba con mis 2 amores.
  Fue un momento inolvidable y entretenido. Aprendieron también a ser precavidos en la calle, a visualizar el entorno antes de avanzar y sobre todo a divertirse sanamente. Recuerdos que no tienen precio y se graban en la retina para siempre.

  Bicicletearon como unos verdaderos ciclistas audaces!