lunes, 29 de enero de 2018

Audición con hijos


  Las oportunidades llegan en el momento menos esperado, que debes hacer? no las dejes pasar! Súbete al tren pero... y  mis hijos con quién los dejo? Momentos de preocupación y tensión en cuestión de segundos, la adrenalina fluye, la sensación de no perderme una oportunidad así carcome mi alma.  El tiempo corre, los minutos no esperan por mi, debo decidir rápido; voy con mis hijos!
  Llegas al lugar citado y te das cuenta de que todas son chicas solteras (por lo menos eso aparentan en la fila), de cuerpos espigados, tacos altos, con la juventud en sus rostros, la libertad en sus sonrisas, libres de preocupaciones, tratando de aprovechar la oportunidad que se nos presenta. Yo, inmersa en ese grupo tratando de no amilanarme, en zapatillas, con mis tacos en mi cartera, con un moretón en el mentón (corcho del mal. Gajes del oficio de una coordinadora de eventos) y acompañada de mis 2 motores, fuente de energía que por momentos pasaba de un estado de preocupación a  motivación.
  Y llegó mi turno, más nerviosa no podía estar. Motivos: mis hijos se quedaban solos en el lobby de la oficina y tenía que concentrarme en lo que diría en la audición. “Se quedan aquí, no se vayan a ningún lado. Haces caso a tu hermano” les dije.  Ellos asentían con la cabeza como si entendieran la situación.
 Comenzó mi audición. ¡Que nervios! Con mis pequeños en mi mente, centrarme en la cámara y que no se me te trabe la lengua no es fácil. Nervios, incertidumbre, tensión, optimismo, dudas,  entusiasmo, alegría; alternándose una tras otra, incluso a veces todas a la vez y, aun así, hay que sonreír. La mente puesta en demostrar que estás a la altura de lo que buscan.  ¡Vaya mezcla de sensaciones!...

 ¡“mamá escuché lo que dijiste! Lo hiciste bien!!” dijo mi hijo.  Fue una sensación reconfortante oír de mi hijo decir aquellas palabras, él también era parte de esta experiencia. Hizo de lo vivido una situación muy especial, ya que contaba no solo con la calificación del jurado, sino también  el riguroso ojo crítico de mi enano, que con sus apenas 11 años parecía decirme: “hiciste un buen trabajo, mamá de acero”.

 En definitiva, pese a todos esos sentimientos encontrados, ¡hoy fue un día fantástico!


P.D: les dejo la imagen final del día de hoy, con moretón incluido.






martes, 23 de enero de 2018

El placer de correr con los hijos



Yo corro porque me motiva, porque hace que me sienta viva, feliz!

 Hoy, fue el inicio de otra etapa. Hoy, me di cuenta que puedo compartir más tiempo con mis enanos.
 Mi plan era salir a correr, aprovechando que la abuela estaba en casa.
 "Voy contigo", "yo también, pero en mi bici", escuché decir. Eran ellos,  se auto invitaban a mi entrenamiento semanal, y yo ¿qué más podía querer?, ¡más feliz que una perdiz!
 Cada uno iba en su bici, y yo corriendo detrás de la menor por si algo sucedía (función innata de una madre)
 Manejaron esquivando baches, sorteando curvas, eludiendo todo tipo de material y todos los pormenores que encuentras en una ciclovía que está en mantenimiento.
 No se quejaron en ningún momento, a pesar de que el recorrido fue largo. Recorrimos toda la avenida Tomás Valle, de inicio a fin, desde la Panamericana Norte hasta el Aeropuerto, ida y vuelta. Sin quejas, ni llantos, ni lamentos y con un rasponcito en la rodilla por intentar manejar sin manos. 
 Para mi  correr es liberar energía, ir a una velocidad constante alternando con ciertos piques, concentrarme en la música de mis audífonos y así obviar el sonido de la calle, pero hoy no fue como de costumbre. Cada semáforo, parada obligatoria; cada cruce, inspección visual de 360° puesto estaba con mis 2 amores.
  Fue un momento inolvidable y entretenido. Aprendieron también a ser precavidos en la calle, a visualizar el entorno antes de avanzar y sobre todo a divertirse sanamente. Recuerdos que no tienen precio y se graban en la retina para siempre.

  Bicicletearon como unos verdaderos ciclistas audaces!